El tema de la robótica ha fascinado a nuestra especie desde que atisbó la posibilidad real de llegar a ella; de llegar a crear máquinas serviciales controladas por el hombre. Los robots han sido un recurrente en innumerables obras literarias de ciencia ficción a lo largo, sobre todo, del siglo XX.
Sin embargo, existen precedentes en la literatura. Ya en ‘La Ilíada’ de Homero, Hefesto -dios del fuego en la mitología griega- creó sus propios sirvientes de metal: una especie de autómatas de oro que podían hablar y poseían inteligencia. En el siglo XIX, en la obra ‘El hombre de arena’, de E.T.A. Hoffmann, también aparece una autómata: Olimpia. En este caso el joven Nathanaël, el protagonista de la historia, cree que Olimpia es real. Al descubrir que se trata de un artificio, éste se vuelve loco.
Ya entrado el siglo XX nos encontramos a los verdaderos padres de la robótica en la literatura: el checo Karel Čapek y el archiconocido Isaac Asimov. Ellos sentaron las bases de lo que hoy en día entendemos por robots. También instauraron ese miedo común de los humanos hacia la evolución, hacia la nueva tecnología. Sus obras representan cómo la creación del hombre, los robots, se puede volver en su contra y amenazar a toda la especie, pese a que en un principio fueron construidos para servir.
El pionero fue Čapek con su obra de 1920 ‘Rossum`s Universal Robots (RUR). Cabe mencionar que el término “robota”, proveniente del checo, significa algo así como “servidumbre”, “trabajo forzado” o incluso “esclavitud”. En RUR los humanos crean multitud de seres humanoides de manera artificial, fabricados en grandes tanques de fluidos, y utilizados como mano de obra barata. Éstos se rebelan y terminan amenazando a toda la humanidad. Desde este momento, la casi totalidad de historias relacionadas con robots que hay en la literatura siguen una trama parecida: la lucha por la supervivencia entre los robots y sus creadores.
En la obra de Asimov los robots también tienen apariencia humanoide, pero están hechos de materiales que no dan lugar equívoco: son máquinas. La gran aportación de este escritor de origen ruso a este tipo de literatura son las llamadas Tres Leyes de la Robótica:
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Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano sea lesionado.
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Un robot debe obedecer las órdenes recibidas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
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Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no sea incompatible con la Primera y la Segunda Ley.
Con ellas, Asimov perpetúa ese miedo de la especia humana hacia lo nuevo. Para la defensa del hombre, crea unas normas que no dejan ningún tipo de vacío legal, aparentemente… La obra más conocida de Asimov al respecto es ‘Yo, robot’; aunque en realidad se trata de un conjunto de cuentos sobre robots que el escritor terminó publicando conjuntamente en 1950 (su historia no se asemeja a la homónima película que protagoniza Will Smith). Otra de sus principales obras, también llevada al cine con Robin Williams como protagonista, es ‘El hombre bicentenario’, de 1976. En ella, el robot protagonista busca integrarse en la sociedad como un humano más y termina invirtiendo el proceso natural de creación de un ciborg (híbrido humano-robótico). Pasa gradualmente de ser un robot a ser un hombre, incorporando ciertos órganos a su estructura, para lograr la aceptación de los seres humanos.
Otro tipo de robots, menos convencionales, son aquellos que carecen de “forma”. El mayor ejemplo de todos es el HAL 9000 pensado por Arthur C. Clarke en su novela ‘2001: A Space Odyssey’, 1968. Se trata de un elocuente superordenador que gobierna la nave en la que viajan los protagonistas. Tiene voz, una avanzada inteligencia artificial (razona de manera heurística, muy parecida a la de un ser humano) y está representado por una especie de lente circular de luz roja. El HAL 9000 controla todas las funciones de la nave, por lo que cuando se rebela contra sus tripulantes supone una gran amenaza, pese a carecer de forma corpórea.
Actualmente, con la avanzada tecnología que nos rodea y los futuros avances que ya se prevén, tenemos una visión hacia los robots mucho más positiva. Hemos perdido ese “miedo” de rebelión contra nuestra especie. Esto se puede ver en obras actuales del cine como puede ser Interstellar, donde los robots que aparecen (en este caso sin forma humanoide) son totalmente serviciales, incluso amigables, y en ningún momento se les guarda temor.